Cuando uno piensa en viajar al otro lado del mundo, suele imaginar lugares como Japón, Australia o Nueva Zelanda. Pero hay un país diminuto, perdido en medio del Pacífico, que pocos consideran: Nauru. Y, sin embargo, fue precisamente su anonimato, su aislamiento y su misterio lo que me llevó a subirme a un avión y volar más de 15.000 kilómetros para conocer el país menos visitado del planeta.
Con solo 200 turistas al año, Nauru no aparece en listas de moda, ni presume de rascacielos ni de resorts de lujo. Pero precisamente por eso se convierte en un tesoro. Si alguna vez te has preguntado qué ver en Nauru, qué hacer, cuándo ir o cómo moverte por la isla, aquí te lo cuento desde mi experiencia directa y real, porque sí: estuve allí y volví fascinado.
¿Dónde está Nauru y por qué tan poca gente lo visita?

Nauru está ubicada en Micronesia, dentro del Pacífico Sur. Es tan pequeña que puedes darle la vuelta entera en un día. Su superficie total es de apenas 21 km², lo que la convierte en el tercer país más pequeño del mundo, solo superado por el Vaticano y Mónaco. Su capital es Yaren, aunque en realidad no tiene una capital oficial según su constitución.
Uno de los motivos por los que casi nadie la visita es su difícil acceso. No hay vuelos diarios ni conexiones sencillas. Para llegar, tuve que hacer escala en Australia y después volar con una aerolínea regional. Y además, necesitas un visado especial, que solo se consigue mediante un permiso previo emitido por el Departamento de Inmigración de Nauru, proceso que puede demorar hasta 20 días.
A eso hay que sumarle que no hay transporte público, ni taxis, ni grandes infraestructuras turísticas. Pero una vez allí, ese aislamiento se transforma en una experiencia pura, íntima, y profundamente auténtica.
Qué ver en Nauru: Lugares imprescindibles de esta joya del Pacífico

Lo mejor de Nauru es que, pese a su tamaño, hay mucho que ver si sabes a dónde mirar. Todo empieza por su ruta circular: una carretera que rodea toda la isla y te permite conocer sus encantos naturales y culturales en unas pocas horas.
Uno de los primeros lugares que visité fue el Museo Nacional de Nauru. No esperes un Louvre en miniatura, pero sí una pequeña colección fascinante sobre la historia del país, su pasado colonial, la Segunda Guerra Mundial y el auge y caída de su economía basada en el fosfato.
Cerca está el Parlamento, un edificio modesto pero simbólico. Y también destacan los restos de la antigua residencia presidencial, quemada durante los disturbios del año 2001. Visitarla es como entrar a un capítulo olvidado de la historia reciente.
Otro imprescindible es el Lago Buada, en el interior de la isla. Este cráter rodeado de vegetación espesa es como un oasis oculto. Sentarse allí al atardecer, sin ruidos, sin turistas, sin cobertura móvil, es una de esas experiencias que no tienen precio.
Playas, buceo y naturaleza virgen

Si hay algo que realmente me cautivó de Nauru fueron sus playas desiertas y sus aguas cristalinas. La más conocida es Anibare Bay, una larga franja de arena blanca flanqueada por palmeras. Me pasé horas buceando entre sus arrecifes de coral, rodeado de peces de colores, sin cruzarme con nadie más.
Nauru es un paraíso para los amantes del submarinismo. Se pueden explorar cuevas submarinas, naufragios y pecios, especialmente en zonas como el puerto de Ivo o la costa noreste. Para principiantes, es un sitio amigable; y para expertos, ofrece rincones casi inexplorados.
Además del buceo, también puedes hacer windsurf, vela o simplemente nadar sin prisas. La sensación de estar en una isla donde el turismo aún no ha destruido nada es algo difícil de encontrar hoy en día.
Historia viva: ruinas de guerra y reliquias presidenciales
En la parte más alta de la isla hay una meseta elevada desde la que, según cuentan, los japoneses vigilaban el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Allí todavía quedan cañones oxidados y un antiguo búnker de comunicaciones.
Caminar entre esas reliquias, sin más sonido que el viento y las olas a lo lejos, me hizo reflexionar sobre lo mucho que ha vivido esta isla en tan poco tiempo. También es un lugar excelente para tomar fotografías con vistas panorámicas.
Las ruinas de la residencia presidencial tienen otro tono: representan la inestabilidad política y económica de Nauru tras la caída del boom del fosfato. Ver el edificio calcinado, aun en pie, es un recordatorio de que incluso los paraísos tienen cicatrices.
Actividades para viajeros curiosos y extremos

Nauru no es para cualquiera. No hay discotecas, ni centros comerciales, ni parques temáticos. Pero si eres un viajero curioso, encontrarás en cada rincón una experiencia.
Puedes recorrer a pie la isla, alquilar un coche, o incluso pedir a los locales que te lleven, algo que hice un par de veces y siempre terminó en charlas increíbles. Algunos hoteles ofrecen traslados y excursiones sencillas.
También probé la pesca deportiva. Las aguas de Nauru están llenas de atunes de aleta amarilla y marlines, y la experiencia de pescar en un bote artesanal, rodeado de aguas turquesa, fue inolvidable.
Consejos prácticos: visado, transporte y clima
Para entrar en Nauru necesitas gestionar un permiso previo con inmigración. Los requisitos incluyen: pasaporte con validez mínima de 6 meses, fotos carnet, formulario, certificado bancario, y en algunos casos, carta de invitación. No es un proceso rápido, así que hay que planearlo con tiempo.
No hay buses ni taxis. La mejor forma de moverse es a pie o en coche alquilado. Algunos hoteles tienen servicio de traslado desde el aeropuerto.
En cuanto al clima: la temperatura media ronda los 27°C. La temporada seca va de marzo a octubre, y es la ideal para viajar. De noviembre a febrero llegan las lluvias, que aunque tropicales, pueden arruinar planes de playa o buceo.
Mejor época para visitar Nauru y cuánto tiempo quedarse
Como mencioné antes, la mejor época para visitar Nauru es entre marzo y octubre. Las lluvias son más escasas, el clima es más estable y puedes disfrutar del mar sin interrupciones.
En cuanto al tiempo ideal de estadía, creo que 3 a 5 días son suficientes para explorar todo lo que ofrece. Es una isla pequeña, pero si te gusta relajarte, desconectar y pasar días sin relojes ni notificaciones, puedes quedarte más. Cada día allí parece durar el doble.
¿Vale la pena viajar hasta Nauru?
Absolutamente sí, si sabes lo que buscas. Nauru no es un destino para todos. No tiene lujos, ni monumentos majestuosos. Pero si te apasiona descubrir lo que pocos han visto, vivir experiencias auténticas y sumergirte en la vida de una isla remota que guarda su historia con dignidad, entonces es para ti.
Ir a Nauru fue uno de esos viajes que te cambian por dentro, que te conectan con el mundo de otra manera. Me sentí pequeño en su geografía, pero grande en lo que viví.
Hoy, cuando alguien me pregunta cuál ha sido mi viaje más raro, más inesperado o más transformador, mi respuesta es clara: Nauru. No solo por ser el país menos visitado del mundo, sino por ser el más honesto, el más crudo y el más puro que he conocido.
Si alguna vez tienes la oportunidad —y el valor— de ir más allá del turismo convencional, dale una oportunidad a Nauru. No volverás con cientos de selfies, pero sí con historias que muy pocos podrán entender. Y eso, en estos tiempos, vale oro. Puedes organizar tu viaje en la siguiente botonera.