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Lo mejor de Madagascar: 12+1 lugares imprescindibles que tienes que ver

Madagascar no es un destino cualquiera. No es el típico lugar que aparece entre los primeros resultados cuando uno piensa en viajar, pero para quienes se animan a cruzar el mundo y sumergirse en lo inesperado, se convierte en un antes y un después. Lo que hace tan especial a esta isla del Índico es su carácter único: casi todo lo que ves, hueles, escuchas y experimentas, solo lo vas a encontrar aquí. Desde sus paisajes (que van desde cañones desérticos hasta selvas tropicales) hasta su biodiversidad, Madagascar es, sin exagerar, otro planeta.

Lo fascinante de explorar este país es que combina aventuras naturales, descubrimientos culturales y momentos mágicos con un ritmo distinto al del mundo occidental. Viajar aquí no es fácil: los traslados son eternos, la infraestructura es limitada y la comunicación a veces complicada. Pero quizás eso es justamente lo que lo hace tan especial: nada está “servido”, y cada rincón descubierto es una pequeña victoria, una postal ganada con esfuerzo.

lemures reales madagascar

En este artículo quiero contarte, desde mi experiencia personal, cuáles son los lugares más impactantes, auténticos y simplemente inolvidables de Madagascar. Lo mejor de lo mejor, sin filtros ni florituras. Si estás pensando en hacer un viaje fuera de lo común, este artículo es para ti.

Parque Nacional de Isalo: El gran cañón malgache

El Parque Nacional de Isalo fue, sin duda, una de las grandes sorpresas de nuestro viaje. A este lugar se lo suele llamar el “Colorado de Madagascar”, y no es por nada. Se trata de un gigantesco macizo de roca natural que recuerda a los escenarios más imponentes del oeste americano. Caminamos por horas entre paisajes jurásicos, con cañones profundos, formaciones de piedra esculpidas por siglos, zonas áridas que se funden con oasis verdes, y un silencio que lo envuelve todo como una manta sagrada.

parque nacional isalo madagascar

El trekking que hicimos fue de día completo. A pesar de que estábamos cortos de tiempo, decidimos hacerlo igual. Y la verdad, fue la mejor decisión del viaje. Porque lo que vimos ahí no se compara con nada: el Canyon des Singes, las piscinas naturales de Blackpool y Bluepool, las cascadas del Canyon des Nymphes, y como broche final, el famoso mirador de la Ventana del Isalo. Esa imagen del sol filtrándose por la piedra al atardecer se nos quedó tatuada en la retina.

El parque también es un imán para los amantes de la fauna. Lémures por doquier, camaleones que parecen salidos de otro universo, y un extraño baobab llamado “pata de elefante”, que solo existe en esta isla. Pero lo que más nos impactó fue descubrir que además del espectáculo natural, Isalo guarda tradiciones funerarias de los pueblos locales, que aún hoy realizan rituales entre las rocas. Ese cruce entre naturaleza y cultura le da un valor aún más profundo a la visita.

ventana de isalo

La base ideal para dormir es Ranohira. Desde ahí parten las excursiones guiadas (el parque solo puede visitarse con guía oficial, y créeme, eso suma muchísimo). Si tienes tiempo, hay opciones de trekking de medio día, día completo o varios días con acampada. Sea cual sea tu elección, no te lo pierdas. Es, sin duda, uno de los imperdibles de Madagascar.

Avenida de los Baobabs: Un paisaje de otro planeta

Ver una imagen de la Avenida de los Baobabs fue el detonante que nos llevó a investigar más sobre Madagascar. Esos árboles gigantescos, que parecen salidos de un cuento de ciencia ficción, nos hipnotizaron al instante. Así que, sin vueltas, lo pusimos como primer destino en nuestro itinerario. No podíamos con la ansiedad, queríamos empezar por ahí, sí o sí.

avenida baobabs

Y no decepcionó. La famosa Route Nationale 8 es una carretera de tierra donde se alinean unos 40 baobabs centenarios, aunque hay más de 300 distribuidos por la zona. Cada uno de estos colosos puede medir más de 30 metros de alto y guardar hasta 300 litros de agua. Son sagrados para los malgaches, tanto que cortarlos es considerado un sacrilegio.

Lo curioso es que no es un parque turístico con señalización y miradores: es una calle común y corriente, que la gente local usa en su rutina diaria. Ves pasar bicicletas, carros, personas caminando con sus cargas, todo en medio de ese escenario tan surrealista. Nosotros llegamos a Morondava (la ciudad base) y de ahí nos movimos 17 km hasta la avenida. La ruta no es sencilla, y como casi todo en Madagascar, lleva horas, polvo y calor… pero cuando llegas, entiendes que valió cada minuto.

El mejor consejo: quédate al menos una noche. Presenciar un atardecer y un amanecer ahí es obligatorio. La luz transforma el lugar en algo mágico, y los colores de los baobabs se vuelven aún más intensos. Estar ahí, viendo cómo la vida local transcurre entre esos gigantes, fue uno de los momentos más especiales de todo el viaje.

Parque Nacional de Ranomafana: Bosques tropicales, termas y lémures

Cuando llegamos al Parque Nacional de Ranomafana lo hicimos con dudas. Pensábamos que por tiempos no íbamos a poder incluirlo, pero por suerte lo logramos. Y fue otra joya inesperada.

ranomafana madagascar

Ranomafana se encuentra cerca de Fianarantsoa y es un bosque tropical inmenso, con casi 41.000 hectáreas de vegetación salvaje, humedad, y vida por todas partes. Es un lugar perfecto si te apasiona la naturaleza: hay ríos, montañas, una gran cantidad de plantas endémicas (orquídeas, plantas medicinales y carnívoras), y por supuesto, muchísimos lémures.

Fue justamente aquí donde vimos lémures por primera vez, y quedamos maravillados. La excursión se hace con guía y buscador de animales, lo cual hace toda la diferencia. No solo aprendes un montón, si no que además ves animales que, sin ayuda profesional, seguramente pasarías de largo.

Hay dos opciones de recorrido: una caminata de 2 horas y otra de 4. Nosotros elegimos la de 4 y no nos arrepentimos. Caminas por senderos naturales mientras el guía va detectando los sonidos, movimientos y rastros de los animales. Es como una búsqueda del tesoro en la selva. También hay una piscina termal natural con agua a 38ºC ideal para relajarte después de la caminata.

Tsingy de Bemaraha: La catedral de piedra de Madagascar

¿Quieres sentir que estás caminando por un bosque petrificado hecho de cuchillas? Entonces tienes que ir a los Tsingy de Bemaraha. Esta reserva natural, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los paisajes más alucinantes que vi en mi vida.

tsingy bemaraha madagascar

La palabra «tsingy» viene del malgache y significa «donde uno no puede caminar descalzo». Y tiene sentido: es un bosque de piedra caliza con picos afilados que parecen cuchillas, formados por millones de años de erosión del agua y el viento. Es como entrar en una catedral natural, imponente, salvaje y completamente surreal.

Para llegar hay que armarse de paciencia: el acceso es largo, desde Morondava hacia el norte, en un trayecto que exige sí o sí vehículos 4×4. Además, solo se puede visitar durante la temporada seca, porque en época de lluvias es prácticamente imposible acceder.

tsingy bemaraha

Lo más impresionante de todo es caminar por los puentes colgantes y miradores suspendidos entre esas agujas de piedra, mientras miras hacia abajo y te das cuenta de lo alto que estás. Hay más de 400 especies animales y más de 900 plantas únicas en este ecosistema. Verlo en vivo es una locura.

Este lugar es ideal para combinar con la visita a la Avenida de los Baobabs, ya que se ubican en la misma zona oeste del país. Si puedes hacer ambos, te llevas un combo de los paisajes más extraordinarios que ofrece Madagascar.

Archipiélago de Nosy Be: Islas de aromas, lémures y playas de ensueño

Situada a apenas 8 kilómetros de la costa noroeste de Madagascar, en el Canal de Mozambique, esta isla volcánica es todo lo que uno espera cuando sueña con playas paradisíacas. Aunque es la más turística del país, lo cierto es que conserva su alma local, sus paisajes intactos y esa esencia fragante que la hace única.

playas nosy be

Y cuando digo fragante, lo digo literalmente: Nosy Be huele increíble. El aire está cargado del aroma de clavo, cacao, café, vainilla, azafrán y, por supuesto, ylang-ylang (la flor que dio origen al perfume Chanel Nº5). Pasear por sus mercados o simplemente moverte por la isla es como atravesar una perfumería natural. Esa mezcla de olores, combinada con el calor y la brisa marina y te envuelve de una forma inolvidable.

Mejores hoteles en Nosy Be

En términos de playas, Nosy Be no se queda corta: Amphora, Ambatoloaka, Madirokely y, sobre todo, Andilana al norte, son pequeños paraísos. Andilana fue nuestra favorita, ideal para descansar sin las multitudes que a veces se acumulan en las más céntricas. El norte de la isla es mucho más relajado, con alojamientos como Chez Eugénie, que ofrece comodidad, tranquilidad y una atención cálida a precio justo.

Nos alojamos en el norte por eso mismo: queríamos alejarnos del ruido de la zona más turística, que recibe muchos visitantes italianos, especialmente en verano, ya que el aeropuerto de Fascene conecta directamente con Milán. Si preferís el sur, hay opciones más económicas como el Tamana Hostel o lugares llenos de encanto como el Hibiscus, con jardines, desayunos increíbles y dueños que realmente se esmeran en que te sientas como en casa.

Lo más bonito de Nosy Be es que es solo la puerta de entrada a un archipiélago lleno de joyas escondidas. La isla está rodeada de otras pequeñas islas accesibles en barco desde el puerto de Hell-Ville o desde Ankify. Basta regatear un lugar en alguno de los botes locales y en pocos minutos estás en otro paraíso.

Nosy Komba, por ejemplo, es la isla de los lémures: allí pudimos ver de cerca a estas criaturas curiosas y encantadoras que ya se nos habían robado el corazón en Ranomafana. Además, está llena de aves y caminos entre la selva que invitan a explorarla a pie.

Nosy Sakatia es ideal para quienes buscan naturaleza pura: senderos que cruzan orquídeas silvestres, playas escondidas y una sensación de estar en un lugar donde el tiempo se detuvo.

nosy be madagascar
Nosy Iranja

Y si hablamos de lugares fuera de este mundo, Nosy Iranja es directamente una fantasía. Son dos islas pequeñas unidas por una lengua de arena blanca que aparece y desaparece con las mareas. Un lugar de esos que parecen diseñados por un artista, perfecto para una excursión de un día, aunque te den ganas de quedarte para siempre.

También están las diminutas Nosy Tanikely y Nosy Fanihy, sin construcciones, sin hoteles, sin electricidad… solo naturaleza, mar cristalino y silencio. En Nosy Tanikely hicimos snorkel y vimos una variedad de peces y corales que nos dejaron sin palabras. Fanihy es aún más solitaria, y llegar allí es casi como naufragar en el paraíso.

Reserva de Anja: El reino de los lémures de cola anillada

Si hay un lugar en Madagascar donde prácticamente se puede garantizar el encuentro cercano con lémures de cola anillada, ese es la Reserva de Anja. Este pequeño paraíso de conservación, ubicado cerca de la ciudad de Fianarantsoa, es uno de esos sitios donde la naturaleza y el esfuerzo comunitario se combinan para proteger lo que hace única a esta isla: su biodiversidad extraordinaria.

Anja no es un parque nacional gigante ni un lugar turístico de grandes dimensiones. Es una reserva creada por las propias comunidades locales con un objetivo claro: preservar a los carismáticos lemur catta, una especie amenazada por la deforestación y la presión humana. Y vaya si lo han logrado. Hay tantos ejemplares en esta zona que es muy difícil (por no decir casi imposible) que te vayas sin verlos.

Al llegar, te recibe un guía oficial y un buscador de animales, una dupla que hace la experiencia aún más valiosa. El buscador va unos metros por delante, entre la maleza, afinando el oído y los ojos para detectar cualquier movimiento o sonido. Y de repente, como si fuera parte de un ritual, los ves: lémures de cola anillada, saltando entre ramas, jugueteando en el suelo u observándote con curiosidad pero sin miedo.

Eso es algo que nos llamó mucho la atención: los lémures en Anja no huyen ni se esconden. Están tan acostumbrados a las visitas humanas (siempre respetuosas, claro) que se dejan ver de cerca, lo cual es un regalo enorme para quienes soñamos con conocerlos cara a cara. Y no hay que olvidar que están en libertad, así que el hecho de poder observarlos sin barreras, en su hábitat natural, es un privilegio.

Pero la reserva no es solo lémures. Vimos también camaleones que parecían camuflados en el aire mismo, bichos palo tan extraños que dudábamos si eran reales, y una variedad de insectos digna de un documental de National Geographic. La vegetación también es muy particular, con formaciones rocosas y senderos que te llevan a lo alto, desde donde se obtiene una vista panorámica preciosa del entorno.

reserva anja lemures

De todos los lugares donde vimos lémures en Madagascar (y fueron varios), Anja fue el que nos ofreció la experiencia más cercana, más intensa y más emotiva. Una joya discreta, pero absolutamente imprescindible para cualquiera que quiera llevarse consigo el alma animal de esta isla maravillosa.

Antananarivo: La capital de Madagascar que no parece capital

Cuando uno piensa en la capital de un país, lo primero que le viene a la mente es una gran ciudad, moderna, con edificios altos, tráfico y una vida acelerada. Antananarivo, conocida localmente como Tana, rompe completamente con esa imagen. Más que una capital al uso, se siente como un pueblo desbordado de sí mismo, extendido entre colinas, con casitas bajas, calles serpenteantes y un ritmo de vida que combina el caos del mercado con la calma del campo.

Fundada en 1625 por el rey Andrianjaka, su nombre significa “la ciudad de los mil soldados”, y aunque hoy no quedan rastros de ese ejército, sí se conserva una profunda identidad cultural y arquitectónica. La ciudad está repleta de rincones históricos, iglesias de distintas confesiones (unas 50 en total), una mezquita, un campus universitario, y una estructura urbana que se adapta a la geografía como si la hubieran dibujado con pincel, no con regla.

La Ciudad Alta es el alma de Tana. Aquí se encuentra el famoso Rova de Antananarivo, conocido como el Palacio de la Reina, un conjunto de edificios reales que fue hogar de los reyes Merina hasta el siglo XVIII. Más abajo está el Palacio de Andafiavaratra, imponente, con su cúpula de cristal y un museo que rescata parte de la historia política del país. Estas zonas altas ofrecen también miradores con vistas panorámicas espectaculares de la ciudad, especialmente al atardecer.

En el centro, vale la pena caminar por la Plaza de la Independencia y acercarse al Lago Anosy, con su isla central coronada por el Monumento a los Caídos. Es un rincón tranquilo, ideal para hacer una pausa. También está el Analakely Market, un mercado típico malgache donde se mezcla el bullicio, los colores, los olores, y una arquitectura ecléctica que le da mucho carácter. Aquí puedes perderte por horas entre puestos de comida, textiles, especias y souvenirs.

antananarivo madagascar

Para los amantes de la fauna y la flora, Antananarivo también tiene lo suyo. El Jardín Botánico y Zoológico de Tsimbazaza es ideal para descubrir especies endémicas en un entorno controlado. Y si te alejas un poco, puedes visitar el Parque de los Lémures (a unos 50 minutos), o incluso el Parque de Mandraka, a dos horas, donde hay senderos, zonas protegidas y actividades al aire libre.

Y por si fuera poco, a las afueras de la ciudad hay verdaderas joyas escondidas como Antongona, una aldea que parece suspendida en el tiempo. Está rodeada de los Doce cerros sagrados de Imerina, un paisaje que combina historia, espiritualidad y vistas inolvidables. Nosotros subimos hasta ahí al final del día y fue uno de esos momentos de calma absoluta que te reconectan con el viaje.

Otros lugares imprescindibles de Madagascar

Más allá de los grandes clásicos como Isalo, Nosy Be, Ranomafana o los Tsingy, Madagascar es una caja infinita de sorpresas. Es una isla tan vasta y diversa que siempre parece haber un rincón nuevo por descubrir, uno que nadie te había mencionado, pero que de pronto se convierte en el punto alto de tu viaje. Si tienes tiempo y espíritu aventurero, vale la pena ir más allá del circuito habitual y explorar algunas de estas joyas menos conocidas pero igual de espectaculares.

Uno de esos lugares es el Parque Nacional de Andasibe-Mantadia, al este del país. Este es uno de los mejores sitios para observar al indri indri, el lémur más grande de Madagascar, famoso por su canto profundo y melancólico que resuena por toda la selva. La zona combina selva, biodiversidad extrema y senderos bien mantenidos que facilitan la exploración. Además, su cercanía con Antananarivo lo convierte en una escapada perfecta para quienes no tienen tanto tiempo.

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Parque Nacional de Andasibe-Mantadia

Para quienes buscan playas más solitarias que las de Nosy Be, la isla de Sainte Marie (Nosy Boraha) al noreste es una opción increíble. Durante los meses de julio a septiembre, este lugar se convierte en un punto clave para el avistamiento de ballenas jorobadas. Además, su historia pirata y sus tranquilas playas la hacen ideal para relajarse. Sainte Marie conserva esa esencia auténtica, con caminos de tierra, bicicletas, y pequeños hoteles familiares que invitan a la desconexión total.

Al sur del país se encuentra Fort Dauphin (Tolagnaro), una región aún poco explotada por el turismo internacional. Aquí el océano se encuentra con la selva y las montañas, creando paisajes absolutamente únicos. La zona es ideal para los amantes del trekking y la botánica, con parques como el de Andohahela, que cuenta con ecosistemas secos y húmedos a solo unos kilómetros de distancia. También es un buen lugar para entender la diversidad cultural del sur malgache.

Otro sitio fascinante es la región de Ifaty y Tulear, en la costa suroeste. Aquí las playas tienen un tono dorado y los arrecifes coralinos son ideales para hacer snorkel y buceo. Pero lo que realmente hace especial a esta zona es el bosque espinoso, un ecosistema único en el mundo, con especies vegetales endémicas que parecen sacadas de otro planeta. Si te interesa la botánica, esta región te va a dejar sin palabras.

También merece una mención especial el Lago Tritriva, un lago volcánico cerca de la ciudad de Antsirabe. Rodeado de leyendas, este lago de aguas profundas y misteriosas es considerado sagrado por los locales. Su forma ovalada, en medio de un cráter antiguo, lo convierten en una parada ideal para quienes buscan paisajes poco comunes y experiencias más espirituales.

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Lago Tritriva

Y finalmente, para los amantes del turismo solidario y el intercambio cultural, hay múltiples aldeas y proyectos comunitarios a lo largo del país que ofrecen experiencias de voluntariado, talleres de artesanía o gastronomía local, donde puedes aprender directamente de las comunidades malgaches. No solo te llevas una experiencia distinta, sino que también devuelves algo al lugar que te recibió con tanta generosidad.

Cómo moverse por Madagascar y consejos

Viajar por Madagascar es una aventura en sí misma. Nada es fácil ni directo, y eso hay que asumirlo desde el día uno. Las distancias son largas, las carreteras están en mal estado y los traslados pueden tomar muchas horas, incluso entre puntos que en el mapa parecen cercanos.

Nuestra experiencia fue clara: cada traslado era una odisea, pero cada llegada también era una recompensa. Lo que sí recomendamos es planificar bien los itinerarios y elegir una base para cada parque o destino: Ranohira para Isalo, Morondava para los Baobabs y los Tsingy, y Fianarantsoa o Ranomafana village para la selva tropical.

carretera madagascar

Siempre muévete con guías oficiales para ingresar a los parques. No solo es obligatorio, sino que mejora la experiencia mil veces. Ellos conocen cada rincón, cada sonido de los lémures ycada camuflaje de los camaleones. Además, muchos de ellos también son parte de comunidades locales, y estar con ellos te permite conocer la cultura desde adentro.

Lleva siempre repelente de insectos, agua, protector solar y buen calzado. Y lo más importante: ve con la mente abierta. Madagascar te cambia el chip, pero solo si estás dispuesto a adaptarte a su ritmo.

¿Vale la pena viajar a Madagascar?

Sí, sí y mil veces sí. Pero con condiciones. No es un destino cómodo, ni está pensado para turistas que buscan todo servido. Es salvaje, caótico por momentos, duro en logística, pero absolutamente único.

Madagascar nos sorprendió, nos cansó, nos emocionó y nos enseñó. Cada paso que dimos nos llevó a un lugar nuevo que parecía no pertenecer a este mundo. Sus parques nacionales, su gente, sus rituales, su biodiversidad, sus paisajes imposibles de olvidar… Todo fue parte de una experiencia que no se puede replicar en ningún otro lugar.

Si estás pensando en viajar a Madagascar, hazlo. Pero sabed que no es un viaje más: es uno de esos viajes que se te quedan en la piel, en el corazón y en la memoria. Porque Madagascar no se visita, se vive.

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