Viajar a Papúa Nueva Guinea puede parecer una aventura fascinante, un destino exótico cargado de cultura tribal, biodiversidad exuberante y paisajes inexplorados. Pero junto con esa fascinación surge una pregunta inevitable: ¿Es seguro viajar a Papúa Nueva Guinea?
Este país, enclavado en el Pacífico, no solo figura entre los más desconocidos para el turismo global, sino también entre los más peligrosos. Desde la criminalidad urbana hasta la violencia tribal, pasando por desastres naturales y restricciones legales, la experiencia de visitar Papúa Nueva Guinea exige una evaluación realista y profunda de sus riesgos.
En este artículo te hablaré con absoluta franqueza sobre lo que implica viajar a este país. No solo revisaremos los datos duros y las advertencias oficiales, sino que además compartiré mi propia experiencia y observaciones sobre el terreno.
¿Es seguro viajar a Papúa Nueva Guinea?: Panorama general de la seguridad en el país
Papúa Nueva Guinea se encuentra en una categoría crítica en cuanto a seguridad para viajeros. De hecho, se ha reportado que los niveles de criminalidad son extremadamente elevados y, en ocasiones, se ha llegado incluso a declarar el estado de emergencia en ciertas regiones debido a enfrentamientos armados o conflictos tribales.

Este país ocupa el puesto 147 de 194 en el ranking mundial de esperanza de vida. Esto nos da una idea del nivel de desarrollo social, infraestructura sanitaria y calidad de vida disponibles en el país. Además, es importante mencionar que ninguna región del país está exenta de riesgos. En palabras claras: no existen zonas “seguras” para turistas.
Según el Ministerio de Exteriores de España, se desaconseja viajar a este país bajo cualquier circunstancia. No es una advertencia menor: la recomendación es tajante y se mantiene vigente desde hace años.
Criminalidad y violencia urbana: el caso de Port Moresby
La capital, Port Moresby, ha sido calificada por la ONU como la ciudad más peligrosa del mundo (título que ostentó en 2007), y la situación desde entonces no ha mejorado demasiado.

La mayor parte de la ciudad está dominada por bandas conocidas como los ‘Raskols’, quienes operan con total impunidad en barrios como Koki, Four Mile, Gabutu y Kila. Estas bandas controlan territorios enteros y recurren a robos, secuestros y asesinatos como medios para mantener el dominio sobre sus zonas.
En estos barrios, el desempleo alcanza entre el 60% y el 90%. Esta marginación estructural alimenta un círculo vicioso de pobreza, violencia y delincuencia. Y aunque el centro de negocios de la ciudad (“Town”) puede parecer algo más seguro, no es inmune a episodios de violencia.

Durante mi investigación, constaté que la ruta entre Lae y el aeropuerto de Nadzab ha sido escenario de atracos a mano armada, incluso en pleno día. Las armas de fuego y los machetes están en manos de particulares, y eso crea un clima de amenaza constante.
Violencia tribal en las Highlands: un riesgo latente
Si crees que alejarte de las grandes ciudades puede ser una solución, las Highlands te harán replantearte esa idea. Las regiones de Southern Highlands, Western Highlands, Enga, Chimbu y Hela son zonas de altísimo riesgo debido a la violencia tribal.

Estos enfrentamientos son brutales, muchas veces armados, y pueden escalar con rapidez. En la zona de Kokoda, por ejemplo, es común que bandas armadas embosquen a turistas en senderos considerados “turísticos”.
Si decides visitar la Isla de Bougainville, debes saber que hay zonas completamente prohibidas para extranjeros. Y si quieres moverte más allá de Buka, es imprescindible que lo comuniques a las autoridades locales (Bougainville Provincial Administration: +675 973 9798), ya que hay áreas como la vieja mina de Panguna donde la entrada está absolutamente vetada.

Viajar a estas regiones sin autorización no solo es ilegal, sino que puede resultar letal. Son zonas donde el Estado no tiene control efectivo, y donde la ley se impone por la fuerza.
Desastres naturales: volcanes, tsunamis y terremotos
Papúa Nueva Guinea se encuentra en el llamado Anillo de Fuego del Pacífico, una zona altamente sísmica. Esto significa que el país está expuesto a terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas de manera regular.

La actividad volcánica es particularmente intensa en islas como Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y Manam (esta última ya evacuada y cerrada al público). Las erupciones no solo afectan a las poblaciones cercanas, sino que también pueden provocar la suspensión del tráfico aéreo por las cenizas en el ambiente.
Durante la temporada de ciclones tropicales (de noviembre a mayo), se producen intensas lluvias que derivan en inundaciones y deslizamientos de tierra, afectando tanto a áreas rurales como urbanas.

Lo más alarmante es la limitada capacidad de respuesta de las autoridades locales ante este tipo de emergencias. Las alertas suelen llegar tarde y los recursos para evacuar o asistir a las víctimas son mínimos.
Infraestructura y transporte: desafíos para el viajero
Viajar por carretera en Papúa Nueva Guinea es una experiencia temeraria. Las condiciones de la red viaria son deplorables, y el transporte público (incluidos los taxis) es extremadamente inseguro. Incluso las aerolíneas locales cancelan o retrasan vuelos con frecuencia, lo cual complica enormemente la planificación.

La mejor opción es contratar un chofer de confianza, pero incluso en esos casos se recomienda mantener puertas cerradas y ventanillas arriba durante los desplazamientos. Hay constantes reportes de robos con violencia, especialmente en áreas rurales o en las salidas de las ciudades.
El acceso a servicios básicos (como hospitales, asistencia en carretera o policía turística) es muy limitado. Si tienes una emergencia médica, las posibilidades de recibir atención especializada son mínimas, especialmente fuera de la capital.

Además, es ilegal ingresar al país con frutas, vegetales o productos animales, y si viajas con mascotas, deberás afrontar una cuarentena de seis meses sin contacto.
Restricciones legales y consideraciones culturales
Papúa Nueva Guinea tiene un sistema legal que criminaliza la homosexualidad con penas de hasta 14 años de prisión. Aunque existe una moratoria sobre la pena de muerte, esta puede aplicarse en caso de asesinato.
El uso y posesión de drogas, incluso en cantidades pequeñas, se castiga con severidad. Las penas incluyen multas elevadas y largas condenas de cárcel.

En cuanto a la fauna local, la presencia de serpientes venenosas y cocodrilos en áreas rurales no es un mito, sino una realidad cotidiana. Caminar por senderos sin guía o bañarse en ríos sin información previa puede ser extremadamente peligroso.
El entorno cultural también exige respeto: muchos pueblos tribales son extremadamente reservados, y tomar fotos sin permiso puede interpretarse como una agresión.
Recomendaciones oficiales y consejos prácticos para viajeros valientes
Dada la situación general, la recomendación más sólida es no viajar a Papúa Nueva Guinea, salvo por razones extremadamente justificadas y con apoyo institucional o logístico robusto.
Si aun así decides hacerlo, aquí van algunos consejos vitales:
- Contrata un guía o agencia local reconocida que tenga experiencia en zonas conflictivas.
- Nunca viajes solo ni de noche.
- Evita cualquier barrio fuera del distrito de negocios de Port Moresby.
- Lleva siempre una copia de tu pasaporte y documentos de seguro médico.
- Mantente en contacto diario con alguien de confianza fuera del país.
- Revisa constantemente las actualizaciones de seguridad del Ministerio de Exteriores y la embajada correspondiente.
¿Vale la pena el riesgo de viajar a Papúa Nueva Guinea?
Papúa Nueva Guinea es, sin duda, un país intrigante. Su riqueza cultural, su naturaleza virgen y su aislamiento lo hacen único en el mundo. Pero ese aislamiento también conlleva un cúmulo de peligros reales y tangibles.

Desde la inseguridad ciudadana extrema, la violencia tribal, los desastres naturales constantes, hasta la falta de infraestructura y las restrictivas leyes locales, todo indica que viajar a Papúa Nueva Guinea es un acto de altísimo riesgo.
¿Vale la pena el riesgo? Mi respuesta es clara: no, al menos no sin un motivo de peso, apoyo local sólido y preparación exhaustiva. Las aventuras no tienen que jugarse la vida para ser memorables. A veces, el mayor acto de valentía es saber cuándo decir “no es el momento”.