En el tranquilo corazón de Extremadura, muy cerca de la ribera del embalse de Valdecañas, se esconde un secreto milenario: un Stonehenge español que a veces parece jugar al escondite con el agua. Se trata del Dolmen de Guadalperal, una construcción que podría tener entre 4.000 y 5.000 años de antigüedad. Imagina por un momento esas grandes losas de granito emergiendo como gigantes dormidos que, de pronto, despiertan cuando baja la marea y el embalse baja su nivel.
El Dolmen de Guadalperal: historia del Stonehenge español
El dolmen fue dado a conocer hace un siglo, en 1925, gracias al arqueólogo Hugo Obermaier, quien lo descubrió paseando por Guadalperal, en El Gordo. En aquel momento, identificó un conjunto funerario que quedaba bajo un túmulo natural, rodeado de misterio y silencio. Tras las primeras excavaciones, parte del material fue llevado a Berlín y la estructura quedó en su lugar, esperando bajo el agua a que apareciera de nuevo.

Fue en 1963 cuando el embalse de Valdecañas abrió sus aguas y, junto a él, se tragó este tesoro megalítico. Desde entonces, y durante décadas, el dolmen permaneció oculto bajo el líquido, un secreto apuntando al pasado. Sin embargo, los años recientes han traído sequías que lo han hecho reaparecer. En los veranos secos, como los de 2019 o 2022, el agua se retira y deja entrever más de 150 menhires de granito: ortostatos verticales que forman un pasillo de acceso y culminan en una cámara central ovoide.
Cómo y cuándo ver el Dolmen de Guadalperal en el embalse de Valdecañas
Quien se acerque a verlo en esos momentos es recibido por un espectáculo ancestral. Los pilares emergen del suelo húmedo como centinelas que guardan historias de una comunidad neolítica con una sensibilidad funeraria profunda. En uno de esos monolitos se distingue un grabado que, a algunos, les recuerda a una serpiente; otros sugieren que podría ser una representación del sinuoso cauce del Tajo. Sea cual sea la interpretación, las piedras transmiten una conexión directa con el pasado.

Que este dolmen se bautice popularmente como el “Stonehenge español” no es casualidad. Aunque sus funciones fueran distintas (principalmente funerarias, frente al probable ritual o astronómico del monumento inglés), ambos comparten un halo de misterio que trasciende los milenios. Y no solo por las piedras alineadas: también por la emoción que produce contemplarlas sin barreras temporales, con la naturaleza como escenario.
Un monumento megalítico que resurge con la sequía: simbolismo y conservación
Pero esta revelación no está exenta de desafíos. La oscilación del nivel del embalse implica que la visibilidad del monumento es intermitente y, por tanto, frágil. Aunque en mayo de 2022 fue declarado Bien de Interés Cultural, su protección depende del control del agua y del entorno, así como de una gestión que evite el deterioro o el turismo descontrolado. Subir hoy y encontrarte frente a esas losas te deja una responsabilidad: conocer su historia y transmitirla sin perturbar su esencia.

El Dolmen de Guadalperal nos habla a través del silencio. Nos invita a imaginar aquellos primeros habitantes que levantaron grandes piedras para decir “aquí estamos, y esto somos”. Nos recuerda que los paisajes cambian, pero que los cimientos de nuestra historia pueden emerger, literal o figuradamente, cuando menos lo esperamos.
En definitiva, esta Stonehenge español sumergido en Cáceres no solo es un vestigio arqueológico: es una metáfora de la memoria y del tiempo. Como un susurro del pasado que retoza en la orilla, nos impulsa a reflexionar sobre cuánto hay todavía por redescubrir, respetar y proteger en nuestro mundo. Si tienes la oportunidad de visitarla cuando el embalse lo permita, hazlo con la consciencia de estar recuperando un fragmento milenario de quien fuimos.