Hablar de China es hablar de una civilización con miles de años de historia, llena de símbolos y estructuras que narran la historia de un pueblo resiliente y sabio. Dentro de ese legado cultural, existen monumentos que no solo representan una época, sino que además conectan generaciones. Uno de esos símbolos es la Torre del Tambor de Fengyang, una joya arquitectónica que, tras 650 años de historia, ha sido recientemente protagonista de una triste noticia: su colapso parcial tras una millonaria restauración.
Historia y relevancia de la Torre del Tambor de Fengyang (China)
La Torre del Tambor Ming Zhongdu fue construida en 1375, en los primeros años de la dinastía Ming, bajo el mandato del emperador Hongwu, fundador de dicha dinastía y originario de Fengyang. No fue una construcción cualquiera: se trataba de una pieza central en el diseño urbano de Zhongdu, una ciudad planificada para ser una capital provisional y que debía reflejar poder, orden y sofisticación.

Con sus 46 metros de altura, esta torre se convirtió en la más grande de su tipo en toda China. Su estructura inicial consistía en una base robusta, construida con los estándares arquitectónicos de la época Ming, y una torre superior, que ha sido objeto de diversas reconstrucciones a lo largo de los siglos. Su función principal no era simplemente decorativa: las torres del tambor tenían un rol fundamental en la vida urbana de las ciudades chinas. Eran utilizadas para marcar el paso del tiempo y anunciar eventos importantes, tanto civiles como ceremoniales.
Durante siglos, esta torre resistió guerras, terremotos y transformaciones sociales. Fue destruida parcialmente durante la dinastía Qing, en el año 1853, y posteriormente, en 1995, se reconstruyó su parte superior, aunque según algunas fuentes, sin autorización oficial ni los estándares apropiados para una edificación patrimonial.

Esa reconstrucción incluyó el uso de materiales modernos como hormigón armado, algo que en su momento generó dudas entre los expertos y que ahora, a la luz del colapso, resurge con más fuerza que nunca.
Detalles del reciente colapso
Lo que parecía una historia de orgullo nacional se convirtió en pocos minutos en una llamada de atención para todo el país. El pasado 19 de mayo de 2025, solo dos meses después de finalizar un costoso proyecto de restauración, la parte superior de la Torre del Tambor colapsó parcialmente.
Yo mismo seguía las noticias de este lugar con cierta admiración, y ver las imágenes del momento exacto del derrumbe me produjo una mezcla de tristeza e indignación. En varios videos grabados por testigos, se observa como centenares de tejas empiezan a caer lentamente, hasta que un desprendimiento repentino provoca una gran nube de polvo. El evento, aunque duró apenas uno o dos minutos, dejó en evidencia una serie de fallos estructurales que no deberían haberse presentado tras una intervención tan reciente.
Afortunadamente, no hubo heridos. Sin embargo, como relataron algunos vecinos, si el colapso hubiera ocurrido un poco más tarde, podría haber afectado a los niños que suelen jugar en la zona después de cenar. Este detalle resalta el enorme riesgo que implican fallos en la restauración de estructuras públicas.

El proyecto de restauración había sido ejecutado entre septiembre de 2023 y marzo de 2024, con una inversión que superó los 3,4 millones de yuanes (alrededor de 418.000 euros). Oficialmente, esta intervención buscaba preservar la estructura y mejorar la accesibilidad turística, pero el hecho de que el derrumbe ocurriera tan pronto tras su finalización genera serias dudas sobre la calidad y legalidad de los trabajos realizados.
Investigaciones y reacciones oficiales al derrumbe de la Torre del Tambor de Fengyang
Tras el incidente, las autoridades locales actuaron rápidamente, evacuando el lugar, acordonando la zona y anunciando el inicio de una investigación oficial. El departamento de cultura y turismo del condado de Fengyang fue el encargado de liderar el proceso, solicitando la colaboración de expertos en patrimonio arquitectónico.

En sus declaraciones iniciales, las autoridades subrayaron que los daños se concentraron en la sección superior de la torre, es decir, la parte reconstruida en 1995, y no en la base original de la era Ming, que se mantiene catalogada como reliquia cultural clave desde 1989.
Pese a esta aclaración, el debate no se hizo esperar. Usuarios en redes sociales chinas como Weibo no ocultaron su indignación. Uno de los comentarios más virales comparaba las tejas desprendidas con “queso tofu”, una metáfora que refleja tanto la fragilidad de los materiales usados como la pérdida de confianza en los trabajos de conservación.
En paralelo, surgieron preguntas incómodas: ¿Por qué se invirtió dinero público en una estructura que, según fuentes oficiales, era una reconstrucción no autorizada? ¿Quién supervisó los trabajos? ¿Qué tipo de materiales se utilizaron realmente?

La respuesta institucional fue convocar a las unidades encargadas del diseño, construcción y supervisión del proyecto a comparecer en el lugar del incidente. También se solicitó la participación de especialistas para verificar la situación estructural y elaborar un plan de recuperación. Sin embargo, no se dio una fecha clara para la reapertura, y la sensación de desconfianza sigue latente en la comunidad.
Debate sobre la conservación del patrimonio en China
Este no es un caso aislado. En los últimos años, han ocurrido incidentes similares en otros sitios históricos del país, lo que ha llevado a un debate cada vez más intenso sobre cómo se está manejando el patrimonio cultural en China.

En el caso de la Torre del Tambor de Fengyang, el problema parece doble: por un lado, la restauración reciente falló en garantizar la estabilidad de la estructura; por otro, la propia existencia de una reconstrucción irregular desde 1995 plantea serias dudas sobre los criterios utilizados en la gestión de monumentos.
Los expertos en patrimonio coinciden en que cualquier intervención en estructuras catalogadas debe pasar por la aprobación de las autoridades nacionales, algo que al parecer no ocurrió hace tres décadas. A ello se suma la crítica de que, muchas veces, se prioriza el atractivo turístico por encima de la autenticidad histórica.
De hecho, si uno se detiene a pensar en la magnitud de la inversión (más de 3 millones de yuanes en una parte que ni siquiera es original), la pregunta surge de forma inevitable: ¿para quién se restauran estos monumentos? ¿Para preservar la historia o para alimentar una industria turística sin controles rigurosos?

Además, hay un tema técnico que ha sido señalado por varios arquitectos y conservadores: las tecnologías modernas, como el hormigón armado, pueden resultar incompatibles con estructuras históricas si no se utilizan con criterios arqueológicos y de restauración especializados. El colapso de la torre podría ser el resultado directo de un choque entre métodos tradicionales y soluciones contemporáneas mal aplicadas.
Desde el ámbito académico también se alza una voz: hace falta una revisión profunda de los protocolos de restauración patrimonial en China, incluyendo: transparencia en la adjudicación de proyectos, supervisión independiente de los trabajos, auditorías post-restauración y capacitación técnica constante para los equipos involucrados. En este contexto, la Torre del Tambor se convierte en un símbolo de lo que puede salir mal cuando la historia se gestiona sin el cuidado que merece.
China se despide de uno de sus monumentos más queridos: la Torre del Tambor de Fengyang
El caso de la Torre del Tambor de Fengyang ha hecho más que sacudir las tejas de un edificio: ha sacudido la conciencia colectiva sobre cómo tratamos nuestra historia.
Este monumento, que fue testigo de guerras, dinastías y revoluciones, sobrevivió a todo menos a una mala restauración moderna. Irónicamente, una intervención que pretendía preservarlo fue la que precipitó su colapso.

Mi sensación personal es una mezcla de tristeza y esperanza. Tristeza porque ver caer una estructura que ha estado en pie desde el siglo XIV es como ver desmoronarse parte de la identidad cultural de una nación. Y esperanza porque, quizás, este evento sirva como catalizador para mejorar los estándares de conservación, para que otras joyas arquitectónicas no corran el mismo destino.
La Torre del Tambor nos enseña que no basta con restaurar, hay que restaurar bien. No basta con preservar un edificio, hay que preservar su dignidad histórica. Y no basta con invertir dinero, hay que invertir en responsabilidad y conocimiento.
En lo inmediato, queda esperar el resultado de las investigaciones y las acciones que tomarán las autoridades. Pero como ciudadanos del mundo, no podemos quedarnos al margen. La conservación del patrimonio histórico no es solo un deber institucional, es un compromiso colectivo con la memoria y el futuro.




