Cuando decidimos viajar a Tasmania, muchos nos dijeron que era como la “pequeña Nueva Zelanda de Australia”. Y, honestamente, no exageraban. Esta isla, del tamaño de Irlanda, es uno de los secretos mejor guardados del hemisferio sur. Según National Geographic, está entre los 10 mejores lugares del mundo para visitar, y tras nuestra experiencia, puedo confirmar que es el paraíso más puro y salvaje que hemos conocido en Australia.
Tasmania no aparece en muchos itinerarios de viaje por el país porque queda “algo apartada”. Pero precisamente ese aislamiento la ha protegido del turismo masivo, permitiendo que conserve su naturaleza en estado casi virgen. Su aire y su agua están entre los más limpios del planeta. Y aunque su costa oeste es de las zonas más inhabitables de la Tierra por su clima extremo (gracias a los Roaring Forties), ofrece paisajes que te dejan sin aliento.
La isla cuenta con más de un tercio de su superficie protegida por parques nacionales, donde se mezclan montañas, playas, bosques, fauna y rutas de senderismo épicas. Tasmania no solo es naturaleza, también es historia viva con su legado colonial, su herencia aborigen y un puñado de pueblos con encanto.

Es un destino para los que buscan experiencias auténticas. No esperes ciudades bulliciosas ni grandes centros comerciales. Aquí se viaja lento, se saborea el silencio, se observa la fauna, se contempla el atardecer desde un acantilado y se respira libertad.
En esta guía te mostraré los rincones más espectaculares de Tasmania, mezclando recomendaciones prácticas, anécdotas personales y todo lo que aprendimos en nuestra ruta. Si estás planeando tu viaje o aún te preguntas si vale la pena desviarse hasta aquí, sigue leyendo. Te prometo que Tasmania se va a colar entre tus lugares favoritos del mundo.
Hobart: historia, arte y miradores de altura
Nuestra primera parada fue Hobart, la capital de Tasmania. Aunque no es enorme, es una ciudad con alma y carácter, y siempre suele ser la puerta de entrada para quienes aterrizan en la isla. Fundada en 1803 junto al mar y a los pies del Monte Wellington, Hobart combina un pasado colonial con una gran escena artística y una vida tranquila junto al agua.

Uno de los lugares imprescindibles aquí es el distrito de Salamanca Place. Lo visitamos un sábado por la mañana, cuando se celebra el mercado más famoso de Tasmania. La zona, antigua área industrial, se ha transformado en el corazón cultural de la ciudad, con cafés, galerías, música en vivo y artesanía local. Muy cerca está Battery Point, un barrio encantador con casas del siglo XIX, jardines y cafeterías donde puedes desayunar con vistas al río Derwent.

Desde el puerto, el Constitution Dock, salen ferris, barcos turísticos y el icónico catamarán hacia el MONA (Museum of Old and New Art). Este museo es uno de los más singulares del mundo. Sus colecciones son tan provocadoras como fascinantes. El viaje en barco desde el centro ya vale la pena por las vistas, pero el museo en sí es una explosión de creatividad que no te deja indiferente.

No puedes irte de Hobart sin subir al Monte Wellington. Puedes hacerlo en coche o en autobús. Las vistas desde la cima, a 1270 metros, son de las mejores que hemos tenido en Australia. Ver la ciudad, el mar y las montañas desde ahí arriba te da una idea del aislamiento y belleza de Tasmania.
Aunque Hobart tiene mucho que ofrecer, no recomendamos dedicarle más de una mañana o una tarde completa, sobre todo si tu tiempo es limitado. Nosotros combinamos la visita a la ciudad con la subida al Mt. Wellington y quedamos más que satisfechos. Desde aquí partimos hacia lo que realmente nos llevó a Tasmania: sus parques naturales.
Bruny Island: pingüinos, vinos y paisajes únicos
A solo 15 minutos en ferry desde Tasmania, Bruny Island fue una de las grandes sorpresas del viaje. Aunque su nombre pueda parecer el de una sola isla, en realidad se trata de dos pequeñas islas unidas por un istmo llamado “The Neck”, donde está el mirador más famoso. Subir esas escaleras y ver el mar a ambos lados es simplemente brutal.

Visitamos el mirador con marea alta, como recomiendan, para apreciar el contraste. Además, al atardecer tuvimos la suerte de ver una colonia de pequeños pingüinos, igual que los de Phillip Island en Victoria. ¡Una experiencia mágica!
En Bruny Island también se respira historia. El explorador Bruni d’Entrecasteaux dio nombre a la isla, y la historia de Truganini, la última aborigen originaria, es sobrecogedora. En The Neck encontrarás una placa conmemorativa en su honor.

Una de las mejores formas de explorar Bruny es hacer un tour en barco por su costa. Nosotros lo hicimos y pudimos ver leones marinos y acantilados impresionantes. No tuvimos suerte con los delfines ni ballenas, pero sí vimos al famoso walabí blanco o albino, una especie única que solo habita en Bruny. Verlo en libertad fue uno de los momentazos del viaje.
Además de naturaleza, Bruny tiene sabor. Visitamos Bruny Island Premium Wines, donde probamos el vino local, quesos, setas silvestres y el pollo de corral. Una delicia. Es el sitio ideal para hacer una pausa gourmet entre tanta aventura.

Te recomiendo ir con coche de alquiler para recorrerla a tu ritmo. Nosotros dormimos en el Captain Cook Holiday Park, pero si prefieres volver a Hobart al final del día también es posible. Eso sí, sal temprano y regresa con el último ferry si quieres aprovechar bien el día.
Bruny Island es, sin duda, uno de esos lugares que te hacen sentir privilegiado por estar ahí. Si tienes que elegir entre varios destinos, no te lo pienses dos veces: incluye Bruny en tu ruta por Tasmania.
Freycinet National Park y Wineglass Bay: el paraíso entre montañas
A unas dos horas y media al noreste de Hobart se encuentra uno de los lugares más bonitos de Tasmania: el Parque Nacional de Freycinet, hogar de la mítica Wineglass Bay, una de las playas más fotografiadas del país.

Recuerdo la primera vez que vi la bahía desde el mirador: una curva perfecta de arena blanca abrazada por aguas turquesas, todo rodeado de montañas verdes. Nos sentimos como si estuviéramos en una postal.
El parque ofrece varias rutas para todos los niveles. Estas son las más recomendadas:
- Mirador de Wineglass Bay: unos 3 km de subida suave, que se hace en hora y media. Desde aquí tendrás una de las mejores vistas de Tasmania.
- Descenso a Wineglass Bay: si quieres pisar esa playa paradisíaca, debes bajar más de mil escalones. El camino ida y vuelta es de unos 6 km y toma 3 horas.
- Ruta circular por el parque: si tienes el día completo, puedes hacer una caminata de 11-15 km que conecta los miradores, la playa y otras bahías como Honeymoon y Sleepy.
Tuvimos la suerte de ver una mamá walabí con su cría en Wineglass Bay, y no fue el único encuentro con la fauna local. La zona es rica en animales nativos, y si vas al amanecer o al atardecer, las posibilidades de verlos aumentan mucho.

Nos alojamos en Coles Bay, un pueblo costero con unas vistas brutales a las montañas The Hazards. Dormimos en el Big4 Iluka, muy recomendable por su comodidad y cercanía a las rutas. Además, Coles Bay es famoso por sus ostras, que puedes probar en muchos restaurantes o incluso comprar y disfrutarlas frente al mar.
Si no tienes coche, puedes hacer excursiones desde Hobart, pero lo ideal es moverse por tu cuenta. El Parque Nacional de Freycinet es imprescindible, no solo por la belleza de Wineglass Bay, sino por todo el entorno que lo rodea. Es uno de esos lugares donde cada rincón merece una foto… y un suspiro.
Cradle Mountain: trekking, lagos y vida salvaje
Hablar de Tasmania y no mencionar Cradle Mountain-Lake St Clair National Park sería un crimen. Este parque, en la parte occidental de la isla, es un auténtico santuario natural.

Aunque no pudimos hacer el famosísimo Overland Track (una travesía de 80 km que toma varios días), sí exploramos otras rutas, como la circular alrededor del lago Dove Lake. Este sendero, de unos 6 km, es ideal para todos los niveles y ofrece paisajes de montaña, bosques, reflejos en el agua y una paz absoluta.
El clima aquí es caprichoso. En un mismo día puedes tener sol, viento, niebla y lluvia. Nosotros tuvimos que cancelar una ruta por mal tiempo, así que si vas, ten siempre un plan B. Aun así, fue uno de los sitios más espectaculares que hemos visto en Australia.

Lo más increíble fue la fauna que vimos: wombats (¡contamos al menos diez!), ornitorrincos en Ronny Creek chapoteando, echidnas y, con un poco de suerte, puedes ver hasta demonios de Tasmania. Los mejores momentos para ver animales son al amanecer y al atardecer.
Nos alojamos en el Cradle Mountain Hotel, un sitio rodeado de naturaleza, con un restaurante excelente. Ojo: no hay supermercados ni muchas opciones cerca, así que ve preparado.
Port Arthur y la historia penal de Tasmania
Tasmania no solo es paisajes y naturaleza. También tiene un pasado histórico muy potente, y el Penal de Port Arthur es el mejor ejemplo de ello. Ubicado en la península de Tasman, este complejo fue uno de los asentamientos carcelarios más importantes del Imperio Británico.

Desde el momento en que llegas, se siente el peso de la historia. El entorno es bellísimo, pero el ambiente está cargado de pasado. El penal funcionó entre 1830 y 1877, y por su geografía, se consideraba una “prisión natural” de la que escapar era casi imposible. Hoy es Patrimonio de la Humanidad y uno de los sitios más visitados de la isla.
La entrada incluye dos días de acceso, tour guiado y un crucero de 25 minutos por la bahía. Puedes recorrer a tu ritmo las ruinas, visitar la iglesia sin techo, las celdas de aislamiento y ver exposiciones que te explican la vida de los presos. Hay zonas muy impactantes, y también un excelente restaurante donde almorzamos.
Uno de los momentos más sobrecogedores es conocer la historia de la masacre de 1996, el tiroteo masivo más grave de Australia, que ocurrió en este mismo lugar.

Además del penal, puedes aprovechar para visitar otros puntos interesantes en la península, como el Eaglehawk Neck, un istmo estrecho que debían cruzar quienes querían huir del penal, y la Tesselated Pavement, una formación rocosa que parece hecha por el hombre, pero es natural.
También puedes explorar el Coal Mine Historic Site, una antigua mina donde eran enviados los convictos más rebeldes. Está bien conservada y tiene acceso gratuito.
Si te interesa la historia, Port Arthur es parada obligatoria. Además, el entorno natural que lo rodea hace que el día sea redondo.
Tasman National Park: acantilados y rutas de vértigo
En la costa sureste de Tasmania se encuentra uno de los parques nacionales más espectaculares de la isla: el Tasman National Park. Este lugar combina paisajes marinos, rutas de senderismo y la posibilidad de ver algunas de las especies más emblemáticas de la fauna australiana, incluido el escurridizo demonio de Tasmania.

Lo primero que llama la atención al llegar son sus acantilados, que se elevan sobre el océano, creando una costa salvaje que parece esculpida a mano. Entre las formaciones rocosas más famosas están:
- Tessellated Pavement: un fenómeno geológico único que parece un antiguo suelo empedrado perfectamente tallado.
- Tasman Arch y Devil’s Kitchen: dos estructuras naturales que muestran la fuerza del viento y el mar tallando la roca durante milenios.
- Eaglehawk Neck: un istmo estrecho que une la península de Forestier con la de Tasman, famoso por su playa, Pirates Bay, un lugar habitual de paso para ballenas migratorias en la temporada adecuada.
En este parque también es posible ver al demonio de Tasmania, aunque es una criatura nocturna, rápida y bastante esquiva. Si te apasiona la fauna, lo mejor es recorrer estas áreas al atardecer, cuando hay más posibilidades de toparte con walabís, aves marinas e incluso serpientes, que también forman parte de la biodiversidad local.

Una de las rutas más conocidas del parque es la Three Capes Track, un trekking de cuatro días (48 km) que ofrece vistas alucinantes del océano y los acantilados. Es una caminata exigente, pero muy valorada por quienes buscan aventura en estado puro.
Nosotros optamos por una ruta más breve pero igualmente espectacular: la caminata hacia Cape Raoul, una de las zonas más australes de Tasmania. En el camino pasamos por Shipstern Bluff y el Cape Raoul Lookout, donde el viento trae consigo el frío de la Antártida y el océano ruge con fuerza. Fue una caminata intensa, pero las vistas lo compensaron con creces.

Tasman National Park es una parada obligatoria si amas la naturaleza salvaje, el senderismo con vistas infinitas y los paisajes marinos que te dejan sin palabras. No es de los más conocidos, pero sin duda, es uno de los más impactantes.
Bicheno: pingüinos al anochecer y naturaleza en la costa este
A poca distancia del Freycinet National Park, hicimos una parada en el tranquilo pueblo costero de Bicheno, y resultó ser una joya inesperada de la costa este de Tasmania. Es de esos lugares que, sin grandes pretensiones, terminan dejándote huella por su belleza.

La playa de Bicheno nos recibió con arena blanca, aguas cristalinas y una pequeña isla frente a la costa, creando una estampa perfecta para caminar y desconectar. El paseo es largo y muy agradable, ideal para estirar las piernas después de días de rutas de senderismo.
Una de las sorpresas fue descubrir que las rocas anaranjadas tan famosas de Bay of Fires también están aquí. Ese tono rojizo tan característico proviene de un hongo que crece en la costa este de Tasmania, así que no es exclusivo del norte. Verlas aquí, sin las multitudes, es un lujo.

Uno de los grandes atractivos de Bicheno es su colonia de pingüinos azules, que se dejan ver al caer la noche. Recomendamos encarecidamente reservar un tour guiado, ya que los guías saben exactamente dónde y cómo observarlos sin molestarlos. Verlos regresar a la costa tras un día en el mar es una de esas experiencias mágicas que solo Tasmania puede ofrecer.

Además, en Bicheno está el famoso blowhole, un bufadero natural que lanza chorros de agua del mar con fuerza a través de una grieta en la roca. Dependiendo del oleaje, el espectáculo puede ser muy potente, y es un lugar fotogénico tanto de día como al atardecer.
Bay of Fires: playas infinitas y rocas anaranjadas
A unos 120 kilómetros al norte del Freycinet National Park se encuentra una de las zonas costeras más bellas que vimos en todo el viaje: la Bay of Fires, también conocida como Larapuna en lengua palawa. Aquí, el paisaje se vuelve casi irreal: playas de arena blanca, aguas turquesas y formaciones rocosas cubiertas de tonos naranjas intensos. Es un destino que enamora a primera vista.

La costa se extiende por unos 30 kilómetros y, aunque no hay una carretera que la recorra de punta a punta, sí hay accesos estratégicos que permiten disfrutarla en diferentes tramos. Los mejores miradores están en Ansons Bay y, sobre todo, en The Gardens, al sur de la bahía, donde el contraste de colores y la sensación de inmensidad te dejan sin palabras.
Curiosamente, muchos creen que el nombre «Bay of Fires» viene del color de las piedras. Pero no es así. El nombre lo acuñó el explorador Tobias Furneaux en 1773 al ver columnas de humo elevándose desde la costa, señales de las hogueras encendidas por los pueblos originarios. El color naranja de las rocas, en realidad, lo causa un hongo que prolifera en la costa este, y que también vimos en zonas como The Hazards o Bicheno.

Este tramo de Tasmania es bastante remoto, y eso es parte de su encanto. Las playas suelen estar completamente vacías, ideales para quienes buscan desconectar en plena naturaleza. Nos quedamos horas caminando, tomando fotos y simplemente contemplando el paisaje.
Launceston: brunch, historia y naturaleza urbana
Con unos 100.000 habitantes, Launceston es la segunda ciudad más grande de Tasmania y uno de esos destinos que sorprenden por su mezcla de historia, diseño moderno y espacios verdes. Aunque muchos viajeros la usan solo como base para explorar el norte de la isla, te recomendamos dedicarle al menos medio día.

Lo primero que nos llamó la atención fue su centro: calles llenas de edificios coloniales bien conservados, como la Custom House o la Macquarie House, combinados con tiendas modernas, librerías y una oferta gastronómica de alto nivel. Uno de nuestros favoritos fue el Sweet Brew Café, donde tomamos un brunch vegetariano espectacular. Cafeterías con estilo y cultura slow life, marca de la casa en Launceston.
También nos encantó el City Park, un jardín público muy bien cuidado que recuerda a los grandes parques londinenses. Tiene un vivero vintage precioso, flores por todas partes y zonas tranquilas para pasear o leer bajo la sombra de los árboles.

Pero lo mejor está en las afueras, en la Cataract Gorge Reserve. Este parque natural urbano cuenta con senderos, puentes colgantes, vistas al río y hasta una piscina al aire libre. Ideal para pasar una mañana activa sin salir de la ciudad.
Nos alojamos en el Pod Inn, un hotel cápsula moderno y muy cómodo. También recomendamos el Grand Chancellor (si tienes presupuesto medio) o el Hotel Verge si buscas algo más top.
Heritage Highway: viaje al pasado por los Midlands
Entre Hobart y Launceston se extiende la Heritage Highway, una ruta de unos 250 kilómetros que atraviesa los Midlands, el corazón agrícola e histórico de Tasmania. Este recorrido fue uno de los más pintorescos que hicimos en el viaje, con paisajes de colinas suaves, granjas, pueblos georgianos y mucho, muchísimo encanto británico.

Parar en cada pueblo es como abrir un libro de historia:
- Evandale: un pueblo de estilo georgiano que parece detenido en el tiempo. Casas coloniales, calles tranquilas y un mercado dominical que vale la pena visitar si estás por allí.
- Ross: probablemente el más bonito de todos. Su puente de piedra, construido por convictos, está lleno de relieves únicos. También puedes visitar las ruinas de la Ross Female Factory, una antigua estación penitenciaria para mujeres. Y sí, aquí comimos uno de los mejores pies de carne de Tasmania en la Ross Bakery.
- Oatlands: esta ciudad tiene nada menos que 87 edificios de interés histórico. El molino de Callington Mill, sus calles empedradas, los jardines y hasta un lago con cisnes negros lo hacen imperdible.
- Kempton: quizá menos pintoresco, pero importante por su destilería de whisky. El pueblo toma su nombre de Anthony Fenn Kemp, uno de los padres fundadores de Tasmania.

Richmond: el pueblo más fotogénico de Tasmania
A menos de 30 kilómetros de Hobart está Richmond, uno de los pueblos más bonitos que ver en Tasmania. Con su puente de piedra construido por convictos en 1825, fachadas coloniales y jardines perfectos, este pequeño enclave parece sacado de una postal de la campiña inglesa.

A nosotros nos conquistó al instante. Caminamos por sus calles empedradas entre galerías de arte, panaderías históricas y tiendas de antigüedades, todo rodeado de colinas verdes y un ambiente muy tranquilo. De hecho, es uno de los destinos favoritos de los locales para escapadas de fin de semana.
El Richmond Bridge es el puente más antiguo de Australia aún en uso, y uno de los lugares más fotogénicos de toda la isla. Pero además puedes visitar la iglesia anglicana más antigua de Australia, construida en 1837, y la Richmond Gaol, una pequeña cárcel colonial muy bien conservada.

Y si vas con hambre, no te pierdas la Richmond Bakery. Aquí probamos la scallop pie, una empanada rellena de vieiras, y se convirtió al instante en nuestra comida típica favorita de Tasmania.
Richmond es perfecto para una excursión de medio día desde Hobart o como parada de camino a Freycinet. Es uno de esos pueblos que enamoran a golpe de vista, y donde uno podría quedarse a vivir sin dudarlo.
Monte Wellington: vistas sobre Hobart y senderos entre nubes
Uno de los mejores planes si visitas Hobart es subir al Monte Wellington, también conocido como Kunanyi en lengua indígena. Con sus 1.271 metros de altura, es el punto más alto de la zona y ofrece panorámicas inigualables de la ciudad, el río Derwent y la vasta naturaleza que rodea la capital de Tasmania.

La cima es accesible en coche, pero nosotras elegimos una opción más cómoda y ecológica: el Kunanyi/Mt Wellington Explorer Bus, que parte desde el puerto de Hobart. Este servicio no solo te lleva a la cima, sino que permite bajarte en diferentes paradas para hacer rutas de senderismo a tu ritmo, algo ideal para amantes de la naturaleza.
Nosotros decidimos bajarnos en The Chalet y descender caminando hasta The Springs, un tramo precioso con vistas despejadas del valle y rodeado de vegetación. Aunque nos llevamos un pequeño susto al encontrarnos con una serpiente (¡cosas del bush australiano!), fue una caminata espectacular. Nos hablaron muy bien también de la ruta circular en The Springs, aunque no tuvimos tiempo de hacerla.

El monte, además de ser popular para hacer trekking, es un paraíso para los ciclistas de montaña, con senderos que atraviesan el parque en diferentes niveles de dificultad.
El Monte Wellington es una escapada ideal desde Hobart, ya sea para los que buscan aventura o simplemente desean sentarse en el mirador y dejar que el paisaje hable. Y créeme, lo hace. Las vistas son de las que te acompañan para siempre.
Mount Field National Park: cascadas, helechos y una postal del pasado
A unas dos horas de Hobart, de camino hacia Cradle Mountain, se encuentra el Mount Field National Park, uno de los más antiguos de Australia y una buena parada para quienes quieren disfrutar de la naturaleza más frondosa de Tasmania.

Aunque no está entre nuestros imprescindibles, decidimos desviarnos para visitar las Russell Falls, probablemente la cascada más fotografiada de Tasmania. El sendero que lleva hasta ella es corto y accesible, ideal si tienes poco tiempo o viajas en familia.
El parque destaca por su variedad de ecosistemas, desde bosques de helechos gigantes y eucaliptos centenarios en las zonas bajas hasta paisajes alpinos en cotas más altas. Existen rutas más largas y menos transitadas, como la que lleva al Lake Dobson o las Tarn Shelf walks, pero en esta ocasión optamos por una visita breve.

Aunque no lo incluimos entre los lugares top que ver en Tasmania, Mount Field puede ser una parada tranquila y muy agradable, sobre todo si haces un roadtrip largo y quieres descansar entre cascadas y sombra de helechos. Un pequeño capricho verde en medio del camino.
Maria Island: un santuario natural sin coches
Maria Island (no confundir con Marie Island) es uno de esos rincones únicos que aún conservan una pureza difícil de encontrar en el mundo moderno. Esta isla, ubicada frente a la costa este de Tasmania, solo es accesible en ferry desde Triabunna y no permite vehículos. Todo se explora a pie o en bicicleta, lo que garantiza una experiencia de contacto total con la naturaleza.

Aunque no pudimos incluirla en nuestro itinerario por falta de tiempo, nos quedamos con las ganas. Según nos contaron, es un paraíso para los amantes de la fauna salvaje. Aquí es posible ver en libertad demonios de Tasmania, wombats, canguros, aves marinas y hasta focas en las playas.
La isla también tiene un importante legado histórico: fue una colonia penal, y aún se conservan ruinas del pasado colonial, como la Commissariat Store y Darlington, ambos Patrimonio de la Humanidad.

Los senderos de la isla varían en duración y dificultad, desde caminatas cortas por la costa hasta ascensos más intensos al Bishop and Clerk o al Mount Maria. Las vistas desde lo alto, según nos dijeron, son espectaculares.
Maria Island es ideal para una excursión de un día, aunque también puedes quedarte a dormir en el campamento básico de Darlington o en alguna casa de huéspedes. Si amas la naturaleza, la tranquilidad y los encuentros con animales sin filtros, este lugar tiene que estar en tu lista.
Santuario de Bonorong: encuentro cercano con la fauna de Tasmania
Si después de recorrer Tasmania te quedas con las ganas de ver animales emblemáticos como el demonio de Tasmania, wombats, walabís o canguros, el Bonorong Wildlife Sanctuary es una opción perfecta y responsable. Este centro de conservación, ubicado a solo 30 minutos de Hobart, combina turismo sostenible, educación y rescate animal.

Lo que más nos gustó es que no se trata de un zoológico convencional. Aquí los animales no están en exhibición por entretenimiento, sino que muchos han sido rescatados por lesiones o situaciones de abandono, y el santuario trabaja en su rehabilitación y posible liberación.
Además de ver de cerca a especies únicas de la fauna australiana (incluyendo koalas, demonios de Tasmania, canguros y aves endémicas), también puedes aprender sobre sus hábitats, comportamientos y los desafíos de conservación que enfrentan en la isla.

Una de las experiencias más bonitas fue dar de comer a los canguros, que viven en semilibertad y se acercan con total tranquilidad. También pudimos observar a un wombat dormitando y a un demonio de Tasmania en acción, algo que en plena naturaleza es muy difícil por sus hábitos nocturnos y su carácter huidizo.
Visitar Bonorong es una forma de cerrar el viaje con conciencia, entendiendo el valor de proteger este ecosistema único y colaborando con un proyecto que marca la diferencia. Además, es una oportunidad inmejorable para hacer fotos inolvidables con algunos de los animales más fascinantes de Australia.
Consejos para tu viaje a Tasmania: clima, rutas y alojamientos
Antes de lanzarte a descubrir esta joya australiana, déjame darte algunos consejos prácticos que aprendimos durante nuestro viaje y que pueden ahorrarte tiempo, dinero y frustraciones.
El clima es impredecible
Tasmania tiene un clima muy cambiante, especialmente en zonas montañosas como Cradle Mountain. Puedes pasar de sol a lluvia en una hora, y en invierno incluso ver nieve. Lleva siempre ropa impermeable, abrigo en capas y buen calzado de trekking.
Alquila un coche sí o sí
Para disfrutar Tasmania a fondo necesitas tu propio vehículo. Los tiempos entre lugares pueden ser largos y muchas zonas naturales no están bien conectadas por transporte público. Alquilar coche o campervan es la mejor opción. La conducción es sencilla y las carreteras, aunque secundarias, están en buen estado.
Reserva alojamientos con antelación
En zonas populares como Cradle Mountain o Freycinet hay poca oferta de alojamiento, y se llena rápido, sobre todo en temporada alta (verano australiano, de diciembre a febrero). Nosotros dormimos en lugares como Cradle Mountain Hotel, Big4 Iluka en Coles Bay y Captain Cook Holiday Park en Bruny Island, y todos fueron excelentes.
Compra la Tasmania Parks Pass
Si vas a visitar varios parques nacionales (que deberías), lo más rentable es comprar un pase general para todos los parques. Se puede adquirir online o en los centros de visitantes. Es válido por varios días y por vehículo.
Lleva comida y combustible
En áreas remotas no siempre hay supermercados, estaciones de servicio o restaurantes. Lleva snacks, agua y gasolina extra. Nosotros, por ejemplo, en Cradle Mountain no teníamos opciones cercanas y agradecimos haber comprado provisiones antes.
Sé respetuoso con la fauna y la naturaleza
Ver animales en libertad es uno de los grandes regalos de Tasmania. Pero no los alimentes, no te acerques demasiado y mantén silencio. Recuerda también llevarte toda tu basura y respetar los senderos señalizados.
Planifica bien los tiempos
Aunque la isla parezca pequeña en el mapa, las distancias son engañosas. Las carreteras son sinuosas y muchas veces tendrás que hacer desvíos. Calcula bien tus tiempos de ruta y no intentes abarcar demasiado.
¡No te olvides del seguro de viaje!
Como siempre que te aventuras en zonas naturales o haces rutas de senderismo, llevar un buen seguro de viaje es esencial. Tasmania es segura, pero la sanidad en Australia puede ser costosa si no eres residente.
Por qué Tasmania se convertirá en tu lugar favorito de Australia
Viajar a Tasmania fue para nosotros una de las experiencias más intensas y auténticas que hemos vivido. Es naturaleza en estado puro, lejos de las multitudes, con fauna única, paisajes de postal y una historia profunda que te remueve por dentro.
Cada lugar que visitamos (desde la cosmopolita Hobart hasta los senderos solitarios de Cradle Mountain, pasando por las vistas surrealistas de Wineglass Bay o los acantilados de Bruny Island) nos dejó huella. Y lo mejor es que aún queda mucho por descubrir.

Tasmania no es solo una lista de sitios que ver. Es una isla que se recorre con calma, que se siente, se respira y se guarda en el alma. Es una joya oculta para quienes valoran la autenticidad y la conexión con la naturaleza.
Si te estás planteando incluir Tasmania en tu viaje por Australia, hazlo. Y si no lo habías considerado, ojalá este artículo te haya hecho cambiar de idea. Porque cuando llegues y pongas un pie en esta isla, entenderás por qué se ha convertido en uno de mis lugares favoritos del mundo.